20 preguntas sobre inmigración y un viajero español

a mi padre

Leo en el blog de Jessica Bensa un interesante post cuyo título he «robado» para éste. Creo que más de un político y/o «autoridad» sudaría tinta, si se le formularan. Dos de las preguntas me interesan especialmente porque tocan políticas económicas e inmigratorias diseñadas y presentes en la mayoría de los estados, así como las reacciones sociales, bien estimuladas por cierto, por esos mismos aparatos estatales.

Dice la 3

¿Por qué si el capital exige moverse con libertad por el mundo y particularmente en nuestros países, a los trabajadores no se nos permite hacerlo de igual forma?

Y la 9:

Por qué cuando un latinoamericano utiliza conocimientos básicos de francés para comunicarse, los parisinos lo entienden, o cuando habla en inglés los ingleses lo entienden perfectamente, pero cuando en Madrid utiliza un sinónimo del castellano, los españoles no lo entienden o lo corrigen inmediatamente como si no supiese hablar bien su propia lengua materna?

A la primera, esbozo una respuesta: por el mismo motivo que existen los desocupados, el «ejército de reserva» del capital. En esta época de masivos flujos (in) migratorios, las burguesías de los países «desarrollados» echan mano a estos inmensos contingentes humanos, logrando al mismo tiempo dos beneficios: la superexplotación de los mismos, aumentando con ello sus ganancias inmediatas y la presión a la baja de los salarios de los «documentados», con lo cual también aumentan sus expectativas de futuras ganancias. Este mecanismo, por último, es indispensable para un objetivo clave: aplacar y domesticar a sus respectivas clases obreras, pues pende sobre ellas la amenaza de la desocupación. En definitiva, un negocio redondo.

A la segunda, prefiero responder con una pequeña historia.

Arsenio nació en un pueblito de Zamora, en el seno de una familia humilde, diez años antes de la guerra civil. El mayor de 4 hermanos pronto conocería los infortunios económicos a los que un padre, maestro, no podía hacer frente. Junto a su madre y sus hermanas (su hermano era demasiado pequeño aún), se trasladaba a pueblos cercanos, en burro o caminando, para la recolección de uvas y la cosecha de papas. Más de una vez, Arsenio (o sus hermanos) abría el cajón de la alacena buscando algo de comer y lo único que encontraba era un mendrugo, al que había que ablandar remojándolo en leche, o simplemente agua, para poderlo comer. Pero otras veces, ni siquiera había mendrugos.

Casa paterna

Con el final de la guerra la cosa no mejoró, más bien lo contrario, se abría un período de escasez en numerosos pueblos de la llamada «España profunda».

Los jóvenes emigraban a las ciudades y los de las ciudades se subían a los barcos, rumbo a Francia, Italia, o a América, ese continente que albergaba esperanzas. Esperanzas de una vida mejor, de un escaparle a la miseria, o al menos de conseguir un trabajo mejor pagado y en el que no hubiera que dejarse la vida en jornadas agotadoras. En uno de esos barcos, Arsenio junto a su familia, haciéndose la América, llegó a Argentina.

Eran tiempos peronistas en Argentina. Tiempos en que el descubrimiento de la política, las inquietudes sindicales, las ideas de progreso social estaban al alcance de la mano de los Arsenios venidos del viejo continente. Un Nuevo Mundo, en sentido figurado, pero también literal, se abría ante los pies de los recién llegados. No era Buenos Aires, ni siquiera una capital de provincia, pero Mar del Plata, comparada con el pueblo de origen, Molezuelas de la Carballeda, era como decir Madrid, Barcelona o Bilbao.

Sin embargo, el «nuevo» mundo pronto iba a tener lacras del viejo: justo en la época en la que Arsenio comenzaba a tener un pensamiento progresista madurando alguna vaga idea republicana que traía de su España, las fuerzas reaccionarias levantaban cabeza, y aplicarían en Argentina algunas de las ideas que tan bien habían llevado a cabo del otro lado del atlántico. Otras lacras, como la discriminación, siempre habían estado presentes: Arsenio, su familia y otros como ellos, serían siempre los «gallegos» a veces «laburadores» pero lamentablemente, muchas otras, «de mierda» un insulto tan inaudito como llamar neoyorquino de mierda a un californiano. Pero de mierda o laburante, siempre se les trata de pagar menos, de dar los peores puestos, de ventajearlos…

¿Y si nos vamos a Chile? se plantean con Pedro, el hermano. Hay un gobierno «democrático» los sueldos son mejores, seguro habrá menos discriminación, se dicen. Y allá parten, dejando Argentina, otra vez con las ansias de progreso, los sueños (casi) intactos. Se casarán (ambos), tendrán hijos (ambos), se integrarán o lo intentarán a esa nueva sociedad, distinta a las dos que dejaron atrás. Y sin embargo, la discriminación, la xenofobia, la burla al extranjero (ahora son «españoles de mierda», cuando los insultan) se mantiene. Trabajan como bestias, primero un bar, administrado por ambos, luego toman caminos diversos, taxista uno, camionero el otro.
Pedro se vuelve a Argentina, por un tiempo. Arsenio aguanta en Chile. Pero la maldición lo persigue: en 1973 los milicos chilenos, al mando de Pinochet dan el golpe sangriento a un gobierno que los trabajadores creían suyo, el de el compañero presidente. A fines del ’74 y luego de momentos económicos muy duros, Arsenio y su familia deciden cruzar la cordillera

Cordillera

Cordillera 2

e instalarse en Mar del Plata, territorio conocido para él, pero no para su mujer ni para sus dos hijos, chilenos todos.

Y será en Argentina, con los sueños de progreso casi rotos, donde los hijos y la esposa sufrirán la discriminación (chilenos de mierda, les dirán decenas, cientos de veces), el tramiterío asqueroso, las colas interminables por un certificado de antecedentes o el papel que sea, «requisito indispensable» para obtener el ansiado DNI. Y será, también en Argentina, donde un golpe de estado (esos viejos compañeros de ruta de Arsenio) nuevamente liquide a miles de jóvenes con sueños e ideales. Como los que tenía Arsenio, cuando dejó España y vino a «hacerse la América».

Roto ya el matrimonio, rotos ya los sueños de progreso, Arsenio, en una decisión que le costó mucho (y de la que se arrepintió luego), se tomará ahora un avión y volará de regreso a España, después de más de 25 años. La encontrará diferente, «moderna» más «europea». Buscará su lugar, primero en Vizcaya, luego cerca de su pueblo de origen. Mientras, sus hijos se harán grandes y, como no, tendrán sueños de progreso social despertando a la vida política, como en un eco de su propio pasado.

Y en una curiosa jugada del destino, mientras Arsenio se encuentra ya instalado en España y pareciera haber completado el círculo a los 77 años, su hijo chileno, que vivió en Argentina y cuyos sueños aún existen, maltrechos pero no rotos, se ha venido con su mujer a vivir a la tierra de su padre.

¿En qué lugar del mundo estará el hijo de Arsenio, si con el correr de los años cumple alguna vez 77?

  23 comentarios para “20 preguntas sobre inmigración y un viajero español

  1. Patricio
    martes 19 de julio, 2011 en 03:39

    Ufff que relato…. tiempo que no me emocionaba leyendo un blog :’)

    En fin… como decía el viejo Cicerón «Donde quiera que uno esté bien, allí está la patria».

    Saludos desde Santiago (de Chile)

    • martes 26 de julio, 2011 en 17:51

      Muchas gracias por tu comentario, Patricio. Lo escribí «desde el corazón» como se dice habitualmente.

      Saludos.

  2. martes 31 de diciembre, 2013 en 04:59

    Lo comparto en mi face, si no te importa. 😀

    • martes 31 de diciembre, 2013 en 13:08

      Al contrario, lo escribí para compartirlo con mis lectores, si lo lee más gente, mejor.
      ¡Gracias! 🙂

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