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Nueve películas de la década

Cuando leí/vi el post de Jotafrisco con su canon particular, me di cuenta de que todavía no había elegido mis 10. A lo largo de esta década sin embargo, creo que vi más cine que en todas las anteriores: festivales, DVDs, TV, Internet, un mundo de recursos impensados hace unos pocos años atrás. Así que aquí están, estas son, mis nueve de la década (y dos de la pasada) sin orden de preferencia y en estricta aparición alfabética.

Las nueve

Luego de la magnífica Dos Hermanas, Kim Jee-woon se calzó el atuendo de un Jean Pierre Melville aggiornado para ofrecernos una cruza entre El Samurai y Scarface (versión De Palma). Su lacónico protagonista, un gángster de buen corazón, comete un «único error imperdonable» que será castigado con indecible crueldad y hará pedazos su mundo confortable.
Con escenas hiperviolentas, no exentas de extraños toques de humor, Una vida agridulce se desliza fluida e imperturbablemente hacia su catártico final.

 

El maestro Miyazaki riza el rizo con una increíble sucesión de ideas animadas (y de las otras).
Con El Castillo Ambulante, una película romántica a la enésima potencia, el espectador se tiene que acomodar la mandíbula al contemplar semejante despliegue de talento.
Mientras Disney se revuelve en su gélida tumba, Hayao nos dice que no es necesario recurrir a toneladas de FX para conmover: sólo es necesario apelar a la inteligencia y a la sensibilidad del espectador, sea este un niño, un adulto o estaciones intermedias.

 

¿Qué pasaría si en realidad cada uno de nosotros no fuera cada uno, sino unos cuantos?
Bueno, el inspector Bun además de saberlo, puede vernos. A todos.
Mad Detective, codirigida por el maestro Johnnie To y Wai Ka Fai, comienza tan alto que uno tiene miedo de que se cumpla la ley de Hitchcock. Sin embargo, no sólo no decae, sino que su final está incluso por arriba, con un fantástico homenaje a La Dama de Shangai incluido en el precio.

Koba le puso un 10.

Yo también.

Antes de volverse (relativamente) famoso por The Host, Bong Joon-ho dirigió Memories of Murder, una pequeña obra maestra. Al localizar la historia de un asesino de mujeres y su persecución por dos policías opuestos en personalidad y métodos, en la Corea previa a la apertura política, Bong consigue una complejidad no demasiado frecuente en los serial-killer thrillers: la amenaza del asesino que nunca veremos es igual de ominosa que el clima represivo de la dictadura en retirada.
Catálogo de los gestos mínimos y la elusión, seguro que Fincher la vio y digirió algo de su menú.

 

A estas alturas, ¿queda alguien que no haya visto las peripecias de Betty en Mulholland Dr.?
Compendio de lo mejor (sus enemigos dicen que de lo peor) de las pesadillas lyncheanas, al verla asistimos completamente fascinados al ascenso rápido y la cruel caída de su bella heroína, en medio de un letargo provocado (quizá) por nuestros propios fantasmas e ilusiones rotas.
Una buena forma de empezar con la obra de Lynch. O de terminar.

 

Quintaesencia del cine coreano hiperviolento de autor, Old Boy ya no levanta tanta polvareda como en el momento de su estreno. Que si Park Chan-wook es un chanta, que si sublima y estetiza la violencia, que si la celebra…nada demasiado alejado de la «polémica» que envolvió a Peckimpah en su momento. Pero siguen perdurando en la retina del espectador los rasgos de estilo de un autor terriblemente romántico y melancólico que cree firmemente en el destino y la mala suerte.
Como tantos otros que gozan de mejor prensa.

 

La historia es conocida: Tarantino & Rodríguez hacen un homenaje a los doble-programa de su (nuestra) niñez, con 4 falsos trailers (de sendas descabelladas y no menos falsas películas) incluidos en la función. El pack se estrena como fue concebido en USA y en diversos festivales, pero no en el resto del mundo, donde los segmentos se dan por separado y los falsos trailers desaparecen por obra y gracia de los hermanitos Weistein, que ya habían hecho la misma jugarreta con Kill Bill.
Del conjunto, desparejo como no podía ser de otra manera, sobresalen los trailers Don’t (dirigido por Edgar Wright) y Thanksgiving (firmado por Eli Roth). En cuanto a los platos principales, esta vez el amigo mexicano gana por goleada. Su Planet Terror, un divertido pastiche de película de zombies con motoqueros que los enfrentan a balazos, tiene el aroma inconfundible de las clase z que alimentaron nuestra imaginación y nos dieron tanto placer cuando éramos niños. Hasta su arbitrariedad (el rollo que se quema en medio de la función) es francamente encantadora.

 

Joaquim Jordà se reencuentra, en Veinte años no es nada, con los protagonistas de Numax presenta…
Lo hace, entre otros motivos, para comprobar si han logrado cumplir la promesa que se habían hecho a sí mismos después del cierre de la fábrica (que era, junto con su lucha para que no ocurriera, el centro del argumento del film anterior): «que nunca volverían a trabajar para un patrón».
Por el camino, además de comprobarlo y de mostrar la dignidad de aquellos luchadores, traza un fresco histórico de la Transición, de las esperanzas y la posterior desilusión de toda una generación que creyó y confió políticamente en ella, el PSOE y las direcciones sindicales obreras.

 

La mejor película de Fincher hasta la fecha.
Con la excusa de las andanzas (reales) de un asesino serial en la San Francisco de los últimos ’60 y entrados los ’70, Zodiac nos ofrece un agudo y perspicaz retrato de la sociedad yanqui de la época, sus obsesiones, sus miedos y las consecuencias que la investigación acarreó sobre las vidas de tres de las personas que siguieron la pista del esquivo asesino del zodíaco.
Magnífica en todos los rubros, es una muestra fascinante del poder de ocultamiento y del uso de la elipsis y de la sugestión de ese artefacto llamado cine: logra incluso la proeza de convencernos de que Mark Ruffalo con moñito no es alguien esencialmente ridículo.

Las dos

El proceso de toma de conciencia por parte de un aprendiz de yuppie semi desclasado se pone en escena ante nosotros con total falta de empatía y enorme distanciamiento. Se diría incluso que asume una forma fría e impersonal, semejante a la redacción de los manuales que todo licenciado en administración de empresas debe memorizar para aprobar la carrera.
Sin embargo allí donde sólo hay Recursos Humanos (no renovables) Franck aprenderá a ver a los que en realidad son sus semejantes y compartirá, un poco sin saber lo que hace, luchas y enfrentamientos con la patronal y con su propio padre. Y de paso, dotará de algún sentido a su vida.
Rodada con actores no profesionales (salvo el que encarna a Franck) todos ellos están espléndidos haciendo de si mismos, aunque quizá no casualmente a la delegada (sindicalista del PC francés en la vida real) se la ve un poco forzada.
Después de verla, C me dijo

es como haber leído un libro.

Aunque no estoy de acuerdo, nunca supe si era un elogio o un insulto.

 

Rosetta tiene una madre alcohólica e inútil.
Rosetta tiene un trabajo de mierda.
Rosetta tiene que descalzarse y ponerse las galochas para poder llegar a su «casa» porque tiene que recorrer muchos metros en el barro.
Rosetta es blanca y está en el primer mundo, pero vive en un lugar que parece del quinto, demostrando, con ese solo hecho, que las diferencias entre los mundos no son tantas.
A pesar de tanto sufrimiento y tanta calamidad, Rosetta está viva y pelea cada segundo y nos recuerda a nosotros, a los cachetazos, que en un mundo como éste, debemos luchar y estar vivos.
Como lo hace ella, la enorme y bella Rosetta.


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