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Dave Holland Quintet: una noche en el Auditori

Calificado por Diego Fischerman como «el mejor grupo de jazz de la actualidad», el quinteto de Dave Holland tocó la otra noche en el Auditori del Conservatori Superior de Música de les Illes Balears.

Se esté de acuerdo o no con la rotunda afirmación de Fischerman, lo cierto es que con el correr de los años el quinteto ha ido puliendo su música hasta acercarla a eso que llamamos la perfección y hoy por hoy, resulta difícil encontrar muchos ejemplos de bandas con el nivel de la de Holland y sus compañeros.

El quinteto interpretó temas de los cuatro discos que ha editado hasta el momento y se mostró compacta y perfectamente coordinada, a la vez que dejó numerosos espacios para el lucimiento de sus integrantes y el desarrollo de los solos, en los que, sin desmerecer al resto de los integrantes, Chris Potter volvió a estar unos centímetros por arriba de la media, demostrando una vez más el absoluto control que tiene de su instrumento y la facilidad con la que pasa de pasajes enérgicos y vigorosos a otros en los que un lirismo melancólico y nostálgico es el protagonista:

Y mientras «sus muchachos» levantan la temperatura del público con temas como este

el cerebro de todo, al que se lo nota feliz y disfrutando de cada nota y cada compás, nos sigue regalando muestras de su arte y genio musical. Ya no luce el rostro que tenía en las épocas en las que correteaba con compinches como Corea y Altschul, pero sigue siendo tan joven como hace 40 años.

¡Larga vida a Dave Holland!


Addendum: como me tocó ver el recital desde lejos (las entradas no eran numeradas y había una cola importante) usé, además de mi cámara, un trípode que llevé «por las dudas». El caso es que una señora, typically british ella, se dedicó a increparme duramente, lógicamente en inglés, después de ver encendida la luz de mi cámara y mientras me disponía a hacer algunas fotos.

Supongo que la buena señora (que sospecho que pertenece al entorno de Dave Holland), se confundió y pensó que iba a filmar la actuación del grupo, con la «intención diabólica de colgarlo en algún sitio para piratas» o algo así. Intenté, de buena manera y recurriendo a mis pobres conocimientos de la lengua del noble y algo envejecido imperio, hacerle ver que no, que mis intenciones no tenían como destino enriquecerme a costa de los esfuerzos de los músicos y que sólo quería guardar un recuerdo personal del concierto.

No sé si debido a la pobreza de mis conocimientos, o a algún consumo excesivo de alcohol por parte de la dama, no conseguimos hacernos amigos y, a pesar de que una parte numerosa de la platea (2 personas), me defendió con hidalguía, consideré oportuno dejar de tomar fotos y conformarme con las que había sacado hasta el momento de la irrupción de la señora.

Algunos pueden sugerir que fue una conducta cobarde de mi parte, pero creo que en aras del interés general (me iban a echar a patadas) y del sano esparcimiento de los asistentes a la velada, mi decisión estuvo más que justificada.

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